
āDesde chiquito tenĆa vocación para la literatura periodĆstica y constituĆa mi sueƱo dorado la idea de escribir gacetillas y hablar mal de los alcaldes, y enseƱar al pĆŗblico los bandidos honrados que por ahĆ pululanā.
Son palabras literales de un artĆculo de RodrĆguez MarĆn firmado en la prensa sevillana. Y, ciertamente, al Bachiller de Osuna le otorgaron los tĆtulos honorĆficos de docto erudito y polĆgrafo nacional, pero mĆ”s allĆ” de querer haber sido un literato cĆ©lebre, un ilustre acadĆ©mico, un reputado cervantista, o un reconocido investigador filológico, RodrĆguez MarĆn se sentĆa muy especialmente, periodista, porque donde su grafomanĆa tomaba aire y se levantaba Ćŗtil y humana, no era en la lengua yacente y anatómica de la filologĆa incipiente, sino en la lengua erguida y hacendosa, viva y musculada del mensaje periodĆstico.
Hace algĆŗn tiempo a un intelectual de pedigrĆ y Premio Nobel le escuchĆ© decir que el periodismo habĆa perdido la seriedad y la influencia que tenĆa. La profesión se habĆa vulgarizado mucho y se habĆa convertido en una forma de entretenimiento y diversión.
El periodismo de hoy en dĆa, salvo honrosas excepciones, ha decidido que todo tema o asunto de actualidad del Ć”mbito humano se convierta en un espectĆ”culo informativo con la piedra filosofal de la ramplonerĆa y la insulsez
QuĆ© no se ha banalizado en este paĆs y quĆ© no se ha convertido en mero entretenimiento y diversión con la inestimable colaboración divulgativa de los propios medios de comunicación: el periodismo vociferante y dogmĆ”tico de las tertulias con apariencia de ilustrado e infalible, la gastronomĆa sin hambre, la escuela lĆŗdica de los tecnócratas, el concurso de tu vida, la vida como un concurso. A todo se le ha extraĆdo el jugo que lo fundamentaba y lo sostenĆa en el tiempo y le daba valor antropológico y se le ha inyectado el suero de la frivolidad y el divertimiento, que son las nuevas encarnaciones oficiales de un paĆs que por naturaleza ha sido tragicómico como muy bien se encargaron de explicar espaƱoles como Larra, Valle-InclĆ”n o Luis GarcĆa Berlanga. Con la suerte inmensa de una gran cantidad de prosĆ©litos y de un pĆŗblico en masa creyente y ferviente que le rinde culto diario al tótem idiotizante de los programas televisivos y se queda atrapado en la pegajosidad de las redes sociales.
Ćnicamente importa la puesta en escena. No hay texto sociopolĆtico convincente y hacedero -hay uno para 2050, maƱana en un principio sale el sol-. Interesan mĆ”s las historias oficiales que la reales y se rehĆŗye por sistema la confrontación descarnada con la realidad que degenera en trivialidad. La gestualidad y la teatralidad han invadido la vida pĆŗblica con el mal llamado periodismo como director escenogrĆ”fico, serĆa mĆ”s acertado denominarlo vedetismo comunicativo. Tanto prestar el oĆdo a la cantinela ideológica de la visibilidad que hemos perdido por el camino el pensamiento, el intelecto y los argumentos.
No le faltaba razón al intelectual de pedigrĆ, el periodismo hace tiempo que perdió seriedad y rigor y lo del cuarto poder en muchos casos queda lejos, mĆ”s bien es el cuarto de reunión y la salita de estar del Poder y de los grupos de presión, eso que los modernos llaman lobby, que es cacicato de toda la vida pero en inglĆ©s, que suena mĆ”s distinguido. En muchos casos, por necesidades económicas o por puro interĆ©s, el periodismo es una industria que aspira a inventarse la verdad. Lo afirmó popular y sabio el bueno de Antonio Machado en sus Proverbios y Cantares: āSe miente mĆ”s de la cuenta/por falta de fantasĆa: /tambiĆ©n la verdad se inventaā. El camino de la verdad (de verdad) es solitario (por independiente) y es tortuoso, pero nos concierne a todos transitarlo: a los buenos muy malos y a los malos muy buenos. Y para sobrevivir o para enriquecerse, el periodismo olvidó su servicio y compromiso sociales con la información veraz, la crĆtica y la investigación, en aras del show y del exhibicionismo mediĆ”tico, contagiado, probablemente, por La sociedad del espectĆ”culo, tal como tituló y tildó en su ensayo a nuestra civilización contemporĆ”nea Guy Debord. El periodismo de hoy en dĆa, salvo honrosas excepciones, ha decidido que todo tema o asunto de actualidad del Ć”mbito humano se convierta en un espectĆ”culo informativo con la piedra filosofal de la ramplonerĆa y la insulsez. No sĆ© si es un problema de sensibilidad Ć©tica o de mercancĆa consumible con una fuerte demanda, o ambas cosas a la vez. Pero hasta la pobreza merece un tratamiento con efectismo periodĆstico, cuando ya la miseria porta de modo inherente su efecto dramĆ”tico sin que sea grabada o retransmitida o nos la pasemos unos a otros a travĆ©s de Internet con fotos y mensajes conmovedores. No sĆ© si ha llegado el tiempo de los androides o ya estĆ”n fabricĆ”ndose en serie sin que nos demos cuenta, pero el espĆritu crĆtico de la Ilustración no se estĆ” programando y es una autĆ©ntica pena ahora que han vuelto lo vintage y la moda retro, porque los bandidos honrados de RodrĆguez MarĆn nunca han pasado de moda. Por ahĆ pululan. A diestra y siniestra. Mientras tanto, esperemos sentados a que vuelva el periodismo como tentĆ”culo de la cultura.