<img height="1" width="1" style="display:none" src="https://www.facebook.com/tr?id=621166132074194&amp;ev=PageView&amp;noscript=1">
domingo. 15.06.2025
TRIBUNA DE OPINIƓN

Periodismo

El camino de la verdad (de verdad) es solitario (por independiente) y es tortuoso, pero nos concierne a todos transitarlo: a los buenos muy malos y a los malos muy buenos.
1

ā€œDesde chiquito tenĆ­a vocación para la literatura periodĆ­stica y constituĆ­a mi sueƱo dorado la idea de escribir gacetillas y hablar mal de los alcaldes, y enseƱar al pĆŗblico los bandidos honrados que por ahĆ­ pululanā€.

Son palabras literales de un artículo de Rodríguez Marín firmado en la prensa sevillana. Y, ciertamente, al Bachiller de Osuna le otorgaron los títulos honoríficos de docto erudito y polígrafo nacional, pero mÔs allÔ de querer haber sido un literato célebre, un ilustre académico, un reputado cervantista, o un reconocido investigador filológico, Rodríguez Marín se sentía muy especialmente, periodista, porque donde su grafomanía tomaba aire y se levantaba útil y humana, no era en la lengua yacente y anatómica de la filología incipiente, sino en la lengua erguida y hacendosa, viva y musculada del mensaje periodístico.

Hace algún tiempo a un intelectual de pedigrí y Premio Nobel le escuché decir que el periodismo había perdido la seriedad y la influencia que tenía. La profesión se había vulgarizado mucho y se había convertido en una forma de entretenimiento y diversión.

El periodismo de hoy en dƭa, salvo honrosas excepciones, ha decidido que todo tema o asunto de actualidad del Ɣmbito humano se convierta en un espectƔculo informativo con la piedra filosofal de la ramplonerƭa y la insulsez

Qué no se ha banalizado en este país y qué no se ha convertido en mero entretenimiento y diversión con la inestimable colaboración divulgativa de los propios medios de comunicación: el periodismo vociferante y dogmÔtico de las tertulias con apariencia de ilustrado e infalible, la gastronomía sin hambre, la escuela lúdica de los tecnócratas, el concurso de tu vida, la vida como un concurso. A todo se le ha extraído el jugo que lo fundamentaba y lo sostenía en el tiempo y le daba valor antropológico y se le ha inyectado el suero de la frivolidad y el divertimiento, que son las nuevas encarnaciones oficiales de un país que por naturaleza ha sido tragicómico como muy bien se encargaron de explicar españoles como Larra, Valle-InclÔn o Luis García Berlanga. Con la suerte inmensa de una gran cantidad de prosélitos y de un público en masa creyente y ferviente que le rinde culto diario al tótem idiotizante de los programas televisivos y se queda atrapado en la pegajosidad de las redes sociales.

Únicamente importa la puesta en escena. No hay texto sociopolítico convincente y hacedero -hay uno para 2050, mañana en un principio sale el sol-. Interesan mÔs las historias oficiales que la reales y se rehúye por sistema la confrontación descarnada con la realidad que degenera en trivialidad. La gestualidad y la teatralidad han invadido la vida pública con el mal llamado periodismo como director escenogrÔfico, sería mÔs acertado denominarlo vedetismo comunicativo. Tanto prestar el oído a la cantinela ideológica de la visibilidad que hemos perdido por el camino el pensamiento, el intelecto y los argumentos.

No le faltaba razón al intelectual de pedigrĆ­, el periodismo hace tiempo que perdió seriedad y rigor y lo del cuarto poder en muchos casos queda lejos, mĆ”s bien es el cuarto de reunión y la salita de estar del Poder y de los grupos de presión, eso que los modernos llaman lobby, que es cacicato de toda la vida pero en inglĆ©s, que suena mĆ”s distinguido. En muchos casos, por necesidades económicas o por puro interĆ©s, el periodismo es una industria que aspira a inventarse la verdad. Lo afirmó popular y sabio el bueno de Antonio Machado en sus Proverbios y Cantares: ā€œSe miente mĆ”s de la cuenta/por falta de fantasĆ­a: /tambiĆ©n la verdad se inventaā€. El camino de la verdad (de verdad) es solitario (por independiente) y es tortuoso, pero nos concierne a todos transitarlo: a los buenos muy malos y a los malos muy buenos. Y para sobrevivir o para enriquecerse, el periodismo olvidó su servicio y compromiso sociales con la información veraz, la crĆ­tica y la investigación, en aras del show y del exhibicionismo mediĆ”tico, contagiado, probablemente, por La sociedad del espectĆ”culo, tal como tituló y tildó en su ensayo a nuestra civilización contemporĆ”nea Guy Debord. El periodismo de hoy en dĆ­a, salvo honrosas excepciones, ha decidido que todo tema o asunto de actualidad del Ć”mbito humano se convierta en un espectĆ”culo informativo con la piedra filosofal de la ramplonerĆ­a y la insulsez. No sĆ© si es un problema de sensibilidad Ć©tica o de mercancĆ­a consumible con una fuerte demanda, o ambas cosas a la vez. Pero hasta la pobreza merece un tratamiento con efectismo periodĆ­stico, cuando ya la miseria porta de modo inherente su efecto dramĆ”tico sin que sea grabada o retransmitida o nos la pasemos unos a otros a travĆ©s de Internet con fotos y mensajes conmovedores. No sĆ© si ha llegado el tiempo de los androides o ya estĆ”n fabricĆ”ndose en serie sin que nos demos cuenta, pero el espĆ­ritu crĆ­tico de la Ilustración no se estĆ” programando y es una autĆ©ntica pena ahora que han vuelto lo vintage y la moda retro, porque los bandidos honrados de RodrĆ­guez MarĆ­n nunca han pasado de moda. Por ahĆ­ pululan. A diestra y siniestra. Mientras tanto, esperemos sentados a que vuelva el periodismo como tentĆ”culo de la cultura.

Periodismo