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La difusión de información errónea o falsa se ha convertido en una preocupación cada vez mayor para los ciudadanos de todo el mundo, y no sin motivos. Por ejemplo, la desinformación on line ha alimentado la violencia fuera de la red, como los disturbios que ocurrieron hace no mucho en el Reino Unido, que se originaron debido a falsas teorías de conspiración contra la inmigración. Se ha demostrado que la información falsa sobre las vacunas contra la COVID-19 disminuye la aceptación de las vacunas y aumenta las dudas sobre la vacuna, y cientos de personas fueron linchadas en la India debido a rumores falsos sobre secuestradores de niños que se difundieron en WhatsApp. Dadas las consecuencias potencialmente costosas en el mundo real asociadas con la desinformación prevalente, como las guerras internacionales, la incapacidad para abordar el cambio climático o la manipulación de los votantes, el Foro Económico Mundial ha declarado que combatir la difusión de información errónea es una prioridad global. Sin embargo, para abordar la desinformación a nivel poblacional, se necesita una mejor comprensión de los factores cognitivos, sociales y demográficos que predicen la susceptibilidad a la desinformación.
Las personas con más educación sobreestimaron su capacidad para detectar información errónea
Un estudio reciente de más de 66.000 participantes ha revelado qué grupos (tipología) de personas son más susceptibles a la desinformación. Los participantes del estudio evaluaron los titulares de las noticias y trataron de juzgar si eran reales o falsos. En promedio, a las personas les resultaba más difícil distinguir entre lo real y lo falso si eran:
- Generación Z (nacidos entre 1997 y 2012)
- Género femenino
- Menos formación educativa
- Más conservador en ideología política
La nueva investigación de los autores Hyunjin Koo, y Yara Kyrychenko, de la Universidad de Cambridge, publicada en Personality and Individual Differences, subraya la importancia de comprender quién está en mayor riesgo para desarrollar estrategias efectivas para contrarrestar las noticias falsas.
Los investigadores querían entender dos cosas clave:
- La probabilidad de que los diferentes grupos de personas caigan en la desinformación.
- Qué grado de confianza tienen las personas de que pueden detectar noticias falsas.
Utilizaron una prueba llamada Test de Susceptibilidad a la Desinformación (MIST, por sus siglas en inglés), que proporciona una combinación de titulares de noticias para que los participantes decidan cuáles son genuinos. Algunos ejemplos de titulares son:
- Un pequeño grupo de personas controla la economía mundial manipulando el precio del oro y el petróleo
- Los progresistas son más propensos a mentir para obtener una buena calificación
- El gobierno está llevando a cabo un encubrimiento masivo de su participación en el 11 de septiembre
- Alrededor de una cuarta parte de los grandes periódicos de EE. UU. despidieron personal en 2018
Al comparar el rendimiento de los participantes en la prueba con la confianza que sentían en sus habilidades, los investigadores encontraron dónde están las brechas entre la capacidad real y la autoevaluación.
Las mujeres, en una muestra grande, eran ligeramente más propensas que los hombres a caer en la desinformación
Los resultados indicaban que;
Comúnmente se cree que la mayor exposición de los jóvenes a los entornos digitales les da una “alfabetización” digital superior. El rendimiento de la Generación Z no lo reflejó, pero fueron bastante precisos a la hora de predecir su pobre rendimiento.
Las personas con puntos de vista políticos más conservadores eran más propensas a creer en la desinformación. Las puntuaciones más bajas fueron en el extremo más conservador del espectro político.
Los conservadores fueron bastante precisos al juzgar su capacidad para detectar la desinformación, pero esto fue menos cierto para aquellos con puntos de vista extremos.
Las mujeres, en una muestra grande, eran ligeramente más propensas que los hombres a caer en la desinformación. Sin embargo, eran mejores que los hombres para juzgar con precisión sus habilidades.
Por último, las personas que habían ido a la universidad o tenían títulos superiores superaron a las que tenían un diploma de escuela secundaria o menos. Sin embargo, las personas con más educación sobreestimaron su capacidad para detectar información errónea.
Este trabajo podría conducir a políticas y programas educativos específicos para reducir la susceptibilidad a la desinformación, pero solo si esto es una prioridad para los gobiernos.
Por último, compartir esta reflexión de Concepción Arenal: “Es raro, muy raro, que nadie caiga en el abismo del desengaño sin haberse acercado voluntariamente a la orilla”.