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viernes. 13.06.2025
CINE

‘Los bárbaros’: arquitectura social estancada

La ópera prima de Javier Barbero y Martín Guerra, curtidos en el teatro y en el documental, sitúa su historia en aquel 2008 de inicio de la crisis económica.

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Aleix Sales | @Aleix_Sales

Ahora que toda la opinión pública parece estar encontrando síntomas de una nueva recesión tras el auge de los precios de los últimos años, la llegada de Los bárbaros suena idónea. La ópera prima de Javier Barbero y Martín Guerra, curtidos en el documental, sitúa su historia en aquel 2008 de inicio de la crisis económica que marcó tanto los posteriores años, fomentando la precariedad en todos los ámbitos en alas de una competitividad a la que se debía hacer frente para sobrevivir.

Este clima deprimente y desesperanzador es capturado en la historia de estos cuatro jóvenes que se reúnen en un descampado de Alicante, un decorado que deviene un cementerio monumental del pelotazo urbanístico que contribuyó a la demolición del bienestar. Ante el desalentador futuro, este grupo da la vuelta a la tortilla y se reapropia de este lugar –teniendo en cuenta que probablemente jamás podrán poseer algo así- resignificándolo y usándolo como marco para sus conversaciones existenciales y actividades para aligerar su frustrante presente.

Embadurnada con una estética de extrarradio muy característica de su época, Los bárbaros tiene mucho que ofrecer y con lo que remover, pero en su ejecución se volatiliza

Barbero y Guerra se nutren de toda la escuela realista independiente, especialmente del norteamericano con exponentes como Sean Baker o Chloé Zhao, para narrar con un tempo pausado este retrato íntimo y pequeño que apela a una generación coartada por la codicia de sus padres. Embadurnada con una estética de extrarradio muy característica de su época, Los bárbaros tiene mucho que ofrecer y con lo que remover, pero en su ejecución se volatiliza como el valor de las acciones de Lehman Brothers porque no cuenta nada revelador y, lo que resulta peor, tampoco lo hace de un modo interesante, atractivo ni entretenido.

No deja de ser un enésimo ejemplo de cine social manido, debilitado por la barrera de identificación con los personajes y un desarrollo tedioso, desapasionado, que únicamente revierte su correcto reparto. Los distintos ladrillos no encajan y llevan a la construcción al peor mal que puede suscitar una obra con clara voluntad de concienciar: la indiferencia.

‘Los bárbaros’: arquitectura social estancada