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domingo. 15.06.2025
LIBROS | MEMORIA

“Laboralistas. Una década utópica”

El libro “Laboralistas. Una década utópica”, recién publicado por la Editorial Bomarzo, se presentará el próximo 17 de diciembre en la sede del Instituto Cervantes de Madrid.
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Es conocido que durante siglos los abogados han sido un instrumento importante en la defensa de los intereses de las clases dominantes. En España la inmensa mayoría de los políticos, grandes empresarios y gestores públicos, procedían de las Facultades de Derecho. Algo especialmente acentuado durante el franquismo.

Muy pocos trabajadores o personas de las clases populares podían permitirse el gasto de pagar a un abogado, tan solo podían solicitar “un abogado de oficio”, que, salvo honrosas excepciones, o no tenían experiencia o no tenían suficiente motivación para ejercer una buena defensa.

Los sindicatos obreros, cuando fueron legales, buscaron abogados que defendieran a sus afiliados. Uno de esos abogados, sc Layret, republicano y nacionalista, colaborador de la CNT, fue asesinado a tiros por pistoleros de la patronal catalana en noviembre de 1920.

El estado de indefensión de la clase obrera española durante el franquismo era absoluto

El estado de indefensión de la clase obrera española durante el franquismo era absoluto. A la legislación de corte fascista, se unían unos magistrados de trabajo en su mayor parte identificados con esa legislación y unos sindicatos oficiales con un claro papel de control y represión, además de la propia represión policial y militar. Tan solo algún abogado de ideología democrática en la década de los 50, asumió la defensa de demandas de trabajadores (y también de defensa de presos políticos).

Las cosas empezaron a cambiar en los años 60, a partir de la politización de los estudiantes universitarios. Aunque muy lentamente. A título de ejemplo, en 1967 cuando yo estudiaba en la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, de 5.000 alumnos no superaban los 50 quienes militábamos en alguna organización antifranquista, es decir el 1%, aunque su capacidad de influencia y movilización en determinados momentos era mucho más amplia.

Algunos de esos jóvenes pertenecientes sobre todo al PCE, pero también a la ORT, y más tarde al MCE, LCR, FUDE y hasta del PSOE, decidieron continuar su compromiso político poniéndose al servicio de los trabajadores, vinculándose de una u otra forma a las en aquellos tiempos emergentes CCOO.

Surgieron despachos primero en Madrid y Barcelona, y paulatinamente en Sevilla, Valencia, Bilbao, Zaragoza, Asturias, Canarias, Galicia… 

En algunos casos con la colaboración entre abogados antifranquistas más veteranos con los jóvenes recién licenciados, como fue el caso del despacho pionero de la calle de la Cruz de Madrid o el despacho de Albert Fina y Montserrat Avilés en Barcelona. Otros despachos se configuraron como una iniciativa propia de los nuevos abogados.

Lo cierto es que el conocimiento de los nuevos despachos se extendió rápidamente, contando con el apoyo de sindicalistas de CCOO. Por fin había unos abogados “que no se vendían a la patronal”, que eran honrados, luchadores y encima solo cobraban si se ganaba el juicio (un 10% de lo conseguido) y nunca por adelantado. Algo inédito en la historia de la abogacía de nuestro país.  

Los despachos laboralistas rompimos con una visión gremial y anticuada de los despachos de abogados

Los despachos laboralistas rompimos también con una visión gremial y anticuada de los despachos de abogados. Tanto en lo que se refiere a la relación entre abogados con más experiencia y abogados en proceso de aprendizaje, o entre abogados y personal de apoyo técnico-istrativo y en la mayoría de los despachos todos cobrábamos lo mismo (no mucho, por cierto), no teníamos “asuntos propios” de uno u otro y además las abogadas laboralistas tenían el mismo protagonismo, preparación y combatividad que sus compañeros hombres, lo que también era un profundísimo cambio en una profesión tan machista. En definitiva, era una concepción totalmente nueva del funcionamiento de un despacho.

Los magistrados de trabajo, la inspección de trabajo, y los representantes del Instituto Nacional de Previsión, pronto comprendieron que estos abogados, que nos identificaban como “los de CCOO”, éramos unos profesionales distintos y con los que no cabía actuar con el compadreo o el autoritarismo de siempre. Y poco a poco buena parte de los magistrados, los inspectores, los secretarios y el personal istrativo, nos empezaron a tratar con respeto e incluso con evidente simpatía, aunque les diéramos más trabajo y más quebraderos de cabeza.

Pero la istración laboral no fue la única que descubrió lo que éramos los laboralistas de CCOO. También la policía, la Brigada Político Social, tomo buena nota de lo que se hacía y decía en nuestros despachos y el papel que estábamos jugando en apoyo del nuevo movimiento obrero. De hecho, muchos de nosotros ya habíamos estado fichados, detenidos o procesados en la Universidad.

La policía adoptó la táctica de situarse en los portales de nuestros despachos, a veces pidiendo el carnet de quienes entraban. Pretendían dos cosas, identificar posibles trabajadores activistas y a ser posible detenerlos y asustar a quienes iban al despacho y hacerles desistir. Esto último no lo consiguieron y las colas en la calle a veces daban la vuelta a la manzana.

Los despachos sufrieron registros, hubo detenciones de abogados, procesamientos, multas, expedientes disciplinarios, frecuentes amenazas, insultos y agresiones físicas

Los despachos nos fuimos coordinando, no solo los de Madrid y Barcelona, sino todos los que se habían ido creando por toda España, incluso hicimos juicios colectivos con presencia de abogados de diversos despachos y ciudades o realizamos campañas conjuntas de movilización, como la que estimuló la participación en las elecciones sindicales de 1975, con un notabilísimo avance de las candidaturas de CCOO y simpatizantes.

Todo ello sin hablar del papel fundamental desarrollado frente a la represión política: ante el Tribunal de Orden Público, en las detenciones, en las cárceles, ante los malos tratos, etc.

Los despachos sufrieron registros, hubo detenciones de abogados, algunas de hasta más de 25, procesamientos, multas, expedientes disciplinarios sin poder ejercer, frecuentes amenazas, insultos y agresiones físicas, etc. Y sobre todo el terrible atentado en el despacho de Atocha 55, con 5 muertos y 4 heridos graves.    

Con la democracia, las libertades políticas y sindicales, la función de los despachos laboralistas cambió. Unos laboralistas nos integramos en la estructura organizativa de CCOO (y también de USO y UGT), otros mantuvieron sus despachos con diversas formas de colaboración con los sindicatos de clase y otros abogados buscaron nuevas vías de lucha por los derechos y libertades y por la justicia social.

LABORALISTAS. Una década utópica

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De todo eso y de muchas más cosas se habla en el libro “Laboralistas. Una década utópica”, recién publicado por la Editorial Bomarzo, que se va a presentar el próximo 17 de diciembre a las 19 horas en la sede del Instituto Cervantes de Madrid.

Un libro muy especial, con narración realizada por Tomas Dupla, con la colaboración de otros 4 abogados (Cristina Almeida, José María Mohedano, José Gómez de Miguel y Héctor Maravall) y tres compañeras del apoyo técnico istrativo del despacho de Españoleto 13 (Emilia Graña, Carmela Canto y Jacinta Valdés).

El libro, a lo largo de sus casi 300 páginas, recoge entrevistas o colaboraciones escritas de un total de 35 protagonistas de aquellos años, que han sido resumidas e integradas por Tomas Dupla.

El libro no está planteado como una mera descripción histórica de aquellos años, sino centrándose en las sensaciones, los sentimientos, los recuerdos, experiencias vividas y sobre todo trasladar a las generaciones que no vivieron esa época, la ilusión por continuar con esa visión optimista, solidaria, luchadora por una sociedad justa e igualitaria y en definitiva seguir defendiendo que la lucha, a pesar de los pesares, siempre, antes o después, da resultados positivos.

“Laboralistas. Una década utópica”