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domingo. 15.06.2025
SERIES

HBO y el tropiezo de 'The Last of Us'

HBO Max ya ha emitido por completo la segunda temporada de The Last of Us, y toca hablar, sin anestesia, de lo que ha sido esta nueva entrega.
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Guillermo Barrera | @guille_barrera

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HBO Max ya ha emitido por completo la segunda temporada de The Last of Us, y toca hablar, sin anestesia, de lo que ha sido esta nueva entrega. Como sabréis, la serie adapta los videojuegos homónimos de Naughty Dog, y cuenta con nombres de peso: está co-creada y guionizada por Neil Druckmann, creador del juego original, junto a Craig Mazin, el responsable de la sobresaliente “Chernobyl” (2019)

La temporada empezó fuerte, con ambición, pulso narrativo y una dirección que prometía. Sin embargo, ha acabado convirtiéndose en un ejercicio de desgaste: emocional, narrativo y, en algunos tramos, incluso de paciencia.

Antes de entrar en detalle, una aclaración: hablo como espectador, no como fan acérrimo del videojuego. Lo he jugado poco, he visto algunas cinemáticas y conozco, a grandes rasgos, los eventos principales. Es decir, sé hacia dónde va la historia, qué giros deberían golpearnos y como están diseñados los personajes. Justamente por eso —sin apego emocional al material original— creo que puedo juzgar con cierta distancia qué funciona y qué no.

La primera temporada me pareció un producto bien hecho. Algo sobrevalorado, con valles narrativos marcados, pero en general una serie cuidada, con sello HBO: producción de alto nivel, fidelidad general al primer juego y un Pedro Pascal absolutamente brillante como Joel. Desde que se anunció el casting, hubo dudas sobre los protagonistas, pero Pascal apagó cualquier incendio con una interpretación sobresaliente, que ya desde la primera temporada lo colocó como lo mejor del show.

El gran "pero" sigue siendo Ellie. Bella Ramsey es una buena actriz, sí, pero su elección como Ellie nunca terminó de encajar. No por falta de compromiso, sino por una combinación de carisma limitado, una escritura que no la favorece y un personaje que ya de por sí es poco amable. En esta segunda temporada, ese problema se agrava. Hay una clara intención constante de justificar y blanquear al personaje, pero ni el guion ni la dirección le hacen justicia. El resultado es una Ellie que desconecta, cuyas decisiones pierden coherencia y cuyo arco emocional se siente forzado.

En cuanto al desarrollo de la trama, esta segunda y nueva temporada, adapta parte del segundo juego. Los primeros episodios, especialmente el segundo, son un golpe directo: tensos, duros, visualmente potentes, y fieles a uno de los momentos más impactantes del juego. Hasta aquí, todo funciona. Pero a partir de ese punto, el ritmo se desploma. Las tramas se diluyen, los personajes se enfrentan a conflictos que no los enriquecen sino que los desdibujan, y la estructura narrativa —claramente diseñada para estirar la historia y reservar material para una tercera temporada— termina por perjudicar más que beneficiar.

Lo que debería ser un viaje emocional intenso se vuelve plano, excesivamente dramático y repetitivo. El corazón de la temporada, Ellie, no sostiene el peso del relato. Y esto no es solo cuestión de casting —aunque sigue influyendo—, sino de dirección, y escritura. Es difícil empatizar con ella, y eso, en una temporada centrada precisamente en sus conflictos internos, es un error grave.

Por contraste, algunos personajes nuevos sí encuentran su sitio con soltura. La incorporación de Abby, como la villana, interpretada por Kaitlyn Dever, es uno de los aciertos. Aunque su versión es más introspectiva y mucho menos física que la del juego, creo que aporta una carga emocional interesante. Puede no convencer a parte del fandom, pero desde un punto de vista interpretativo, cumple con oficio. Otro ejemplo aún más destacado es el de Isabela Merced como Dina. Su versión del personaje es un auténtico pelotazo: más rica, más carismática y mucho mejor desarrollada que en el material original.

A nivel técnico, The Last of Us sigue siendo un lujo: fotografía cuidada, diseño de producción sobresaliente, ambientación impecable, uso inteligente del sonido y, por supuesto, las partituras originales a guitarra de Gustavo Santaolalla que elevan incluso las escenas más vacías. Pero esta vez la envoltura no alcanza para disimular las carencias del contenido.

La segunda temporada tenía material de sobra para ser una bomba emocional. Pero el alargamiento artificial de la historia, la pérdida de alma en algunos personajes clave, ciertos cambios significativos respecto al juego y un ritmo que se apaga progresivamente, hacen que el resultado final sea más decepcionante que notable.

Sí, habrá tercera y hasta cuarta temporada. Pero esta entrega corta en el peor momento, sin demasiado sentido narrativo, y desarma la estructura natural del videojuego. En resumen, una temporada que deja más sombras que luces. Lejos de ser un desastre, con todo lo que tenía a favor, debería haber sido mucho más. Personalmente, poco interés por lo que venga.

HBO y el tropiezo de 'The Last of Us'