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Antonio Descalzo |
Este martes tuvo lugar en los teatros del Canal, dentro del festival Summa Flamenca, la actuación más esperada y más importante de todo el serial. Vicente Amigo Girol (Guadalcanal, Sevilla, 25 de marzo de 1967) presentó en la capital su noveno y último trabajo, Andenes del Tiempo. Un trabajo en el que el artista cordobés lleva a una nueva dimensión su forma de expresar la música de la que ha "mamado" y de otras que se han ido cruzando en su camino. Ante una Sala Roja prácticamente abarrotada (sold out pero con alguna ausencia), el guitarrista se presentó de riguroso negro, solo, con paso cadencioso y decidido.
Sonaron las primeras pulsaciones que nos susurraban lo que algunos definimos como una "Rondeña", y que acabaron mutando en una Soleá de equilibrio y gran profundidad. Poco antes de terminar el primer tema, salieron a escena parte de los músicos que le acompañaron durante todo el espectáculo. En esta ocasión, contó con la guitarra de Añil Fernández, la percusión de Paquito González, Ewan Bernal al bajo eléctrico, Los Mellis de Huelva a las palmas y coros, Eles Bellido al violín, Antonio Fernández al violonchelo y Francisco Márquez a las flautas (utilizó al menos tres de tamaños y materiales diferentes). Con esta alineación, el lector, en este caso, y ayer el propio espectador, pueden entrever por dónde y cómo le gusta jugar al maestro Amigo.
Fueron muchos los instrumentos en escena, las referencias armónicas, las influencias presentes, los arreglos, etc., pero lo que más destacó (musicalmente hablando) sobre todo lo demás fueron los sellos más característicos de Vicente: sus atronadores rasgueos y los picados tan rápidos y personales. Agradeció al público su presencia en el teatro... "Con la que está cayendo", dijo con voz baja y tímida.
Sonaron gran parte de los temas del disco del que hablo: Pasodoble a José Tomás, preciosa reinterpretación de un pasodoble con aire de ida y vuelta; Plaza del Cabildo, dedicada a su amigo y gran irador, Manuel Agudo Durán "Nolito", presente entre el público; Corcovado, tema en el que el prestigioso Marcus Miller (bajista y productor neoyorquino) colabora y "airea" de jazz notas y melodías andaluzas; y algún otro de discos pasados, como Tangos del arco bajo del disco Un momento en el Sonido. Un armado musical en el que el oyente pudo deleitarse de sonidos bucólicos gracias al violín, melodías propias del celuloide por medio del violonchelo o pasajes de algún cuento nórdico de la mano de las flautas del gran Francisco Márquez.
Nada ni nadie sonó más alto ni más rico, fue la música la que brilló por encima de sus intérpretes
Nada ni nadie sonó más alto ni más rico; fue la música la que brilló por encima de sus intérpretes. Sin duda, supone el acierto de un creador que, con su experiencia y talento, ha sabido llevar a la guitarra flamenca a otro estadio. Llegaba el show a su fin y para ello eligió unas bulerías, unas curiosas y deliciosas bulerías, en un tono muy alto, difícilmente cantables si alguien se pusiera por delante... ejecutadas con precisión, con la confianza del que sabe que el trabajo ya casi está hecho, y compartiendo con sus músicos sonrisas y guiños.
Llegó el final, el público atronó la sala con sus aplausos, el conductor de todo esto tocó el pecho de cada músico como forma de agradecimiento y regaló saludos y sonrisas. No fue realmente lo último que nos dejó, ya que volvieron de nuevo a escena para deleitarnos con un postre de aroma celta, anglo y una especial y arriesgada ecualización de parte del técnico, que ensalzaron los coros de los geniales hermanos Mellis. Mis felicitaciones a todos los que ayer hicieron posible esta bella propuesta.
