Necesitamos tu ayuda para seguir informando
Colabora con Nuevatribuna
Laura Ayar |
La película que vimos en riguroso pre-estreno en los cines Verdi el pasado viernes arranca a buen ritmo con nuestras dos hermanas gemelas protagonistas practicando lo que mejor saben hacer: tocar el piano. Observen esta escena: ganar el segundo premio no les sirve a las hermanas así que lo lanzan por la ventana del coche. Es ésta una escena familiar que anticipa la unión de los Vallois hacia un objetivo común: el éxito. Qué destreza la de estas chicas aparentemente bien avenidas (las tensiones aparecerán más tarde, a medida que sus intereses de adolescentes y las decisiones de los demás tengan un impacto diferente en cada una de ellas. Claire es la osada, mientras Jeanne vive un tanto a la sombra de su hermana (incluso su profesor en la escuela de música, Klaus Lenhardt, se lo insinuará con palabras parecidas). Algo tímida y con problemas de ansiedad, esta última es más introvertida y vive una adolescencia menos de cara al exterior que su hermana, que, además de muy guapa, parece triunfar en todo lo que hace.
Prodigiosas se trata de una cinta extremadamente interesante, que se estrenará en tan sólo unos días y con un trabajo increíble por parte de las actrices protagonistas así como de sus progenitores, en el clásico papel de madre sometida (excelente trabajo de Isabelle Carré) y de padre-manager al más puro estilo Britney Spears (salvando las distancias, como veremos hacia el final, pues Serge Vallois, interpretado por Franck Dubosc, también tiene su corazoncito y sus hijas son sus hijas).
"Mostremósles quienes son los Vallois" es una frase recurrente en la película que muestra el orgullo familiar y el espíritu competitivo de esta familia. Bravo por ello. No queremos ni malos muy malos ni buenos demasiado buenos, en aras de proteger la verosimilitud de una historia extraordinaria aunque verídica. Cuando nuestras prodigiosas protagonistas parecen haber encauzado sus carreras artísticas (si bien sólo una de ellas, Claire, interpretada por Camille Razat, Emily in Paris, será aceptada al principio en una escuela de reconocido prestigio -la Escuela Superior de música de Karlsruhe-) una extraña enfermedad degenerativa (una desmineralización ósea galopante que afecta a las manos) se presenta, lo que trunca sus sueños de triunfo. Al principio sólo una de ellas, Claire, se verá afectada pero más tarde Jeanne (Mélanie Robert), que contaba con un 95% de probabilidades de sufrir la misma dolencia acabará padeciéndola ella misma. Una desgracia para unas prometedoras pianistas que se ven abocadas a reaprender nuevos movimientos circulares y ligeros como plumas con los que interpretar sus piezas sin morir de dolor en el intento, inspiradas por los consejos de la terapeuta que les guía en su rehabilitación.
Escenas clave de desafío a la autoridad paterna encontramos varias en esta cinta, como la del pulso en el bar con Claire y el chico de la escuela con el que se cita (escapando asi de su estricta rutina) o la de las partituras y diplomas lanzados al aire cuando las dos se dan cuenta de que su carrera podría estar acabada. Prima también la belleza visual en esta última escena así como en la de las manos escayoladas de las dos hermanas tocando al unísono.
Observaremos también pequeñas rencillas entre hermanas, mentiras para no herir a la familia o por falta de comunicación, viajes en tren como metáfora de la vida… la cinta sobrevuela tramas y subtramas que le otorgan colorido y acción y la vuelven muy dinámica.
Así, el final apoteósico toma perfecto sentido y planificación a largo plazo, como toda su carrera lo había sido desde pequeñas.
Dirigida por Frédéric y Valentin Potier, magistral e interesante y, en cierto modo, tan real como la vida misma, pues la ironía rige nuestras vidas. En cines el día 16 de abril.
